domingo, 8 de septiembre de 2013

Historias disparatadas: recordando el verano en las Islas Cíes Work Camp










Unas vacaciones diferentes




Hoy hace un año desde que regresé de vacaciones de las Islas Cíes. Es curioso cómo pasa el tiempo.
Hace un año me fui de vacaciones a un campo de trabajo. Sí, sí, a trabajar gratuitamente a cambio de comida, experiencias y conocer gente de diferentes lados. La verdad es que fue increíble, aunque desde aquella, mi hermana,  decidió añadirme un rasgo “estás hecha una pupitas”.

Las razones se podrían resumir en varios apartados:


1.       Primer día en el campamento, visita a la enfermería por dolor fuerte de cabeza.
2.       Tercer día, picadura de una abeja en la pierna, posterior reacción de la crema antipicaduras (ahora entiendo lo que significa el prefijo foto-, es decir, si en una crema aparece este prefijo, abstenerse tomar el sol, ante segura reacción en la piel) e inevitable visita a la enfermería.
3.       Quinto día, tratamiento ante la reacción de la crema en la enfermería.
4.       Sexto día, picadura de una garrapata de medio metro en una pierna, tras hacer una exploración entre helechos, visita a la enfermería (empezando a sospechar que no es normal tanta visita a la misma).
5.       Séptimo día, realización de una actividad nocturna en el campamento. Se trataba de una actividad sencilla y sin riesgo hasta que, en un momento, en el que la tensión y el ansia de alcanzar el triunfo, me jugaron una mala pasada. En la oscuridad de la noche, debíamos escondernos mientras íbamos caminando por un sendero, con la única ayuda de una linterna que iluminaba lo mínimo, pero lo suficiente... Con esta visión, puedes hacerte a la idea de la imagen de una “chiflada” que salta por encima de una piedra de medio metro de altura, lateralmente, al estilo “Tom Raider” campechana. Como consecuencia, visita a la enfermería porque al saltar, una piedra puntiaguda se había clavado en mi pierna pero no había hecho ninguna herida en el exterior “aparentemente”. Sin embargo, lograra permanecer oculta, de tal manera que solo mi “ay” se escuchó en la oscuridad de la noche hasta que me localizaron los monitores.
6.       Hasta el final del campo de trabajo, tratamiento del “pedazo” de moratón que me había salido en la pierna y que comenzó a cambiar de color progresivamente. Jamás un moratón fue tan fotografiado por mis compis “guiris” del campamento que lo miraban como si fuese una herida de guerra. Tardó en desaparecer más de tres meses y la enfermera no llegó a sorprenderse de mi presencia allí.

Sin embargo, fueron unas vacaciones diferentes, únicas. Las ratas formaban parte de nuestras vidas, y compartían el cuarto de baño, que cada día dejaba de ser blanco para ser marrón con la tierra. Practiqué deportes de riesgo como el Kayak en mar abierto, y no me mareé. Descubrí que las gaviotas están tan acostumbradas al ser humano que nos robaban los bocadillos, aunque estuvieran sin abrir el envoltorio. 

Mientras una frase marcará básicamente este viaje: “Lo que ocurre en las Cíes se quedan en las Cíes”.


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